Los antiguos Incas crearon una extensa red de caminos que conectaba su imperio. En la actualidad, el más popular de estos senderos es el Camino Inca a Machu Picchu. Es una ruta de unos 40 kilómetros que pasa por varios yacimientos arqueológicos y al que solo se accede con autorización previa reserva.
El Camino Inca a Machu Picchu es una de las rutas de senderismo más populares de Sudamérica. Como el acceso está limitado, se hace necesario reservar plaza con varios meses de antelación. En este caso el grupo lo formó Juan Agulló, y de la organización de las reservas se ocupó la agencia Montañas del Mundo. En Perú, la agencia que nos atendió con la logística fue Camping Tours.
Los días previos a la ruta estuvimos en Cusco e hicimos un tour visitando las ruinas de Moray en el Valle Sagrado, las salinas de Maras y los conjuntos arqueológicos de Chinchero y de Ollantaytambo.
La ruta comienza en el km. 82 de la línea férrea a Machu Picchu, cerca de Piscacucho. Normalmente se llega al lugar en autobús desde Ollantaytambo. Allí nos reunimos con los guías y porteadores.
Tras preparar las mochilas, cruzamos la vía férrea y pasamos el puesto de control, donde revisan nuestras autorizaciones. Junto al puesto de control cruzamos el puente sobre el río Vilcanota y ya estamos en el Camino Inca. Durante el recorrido vamos a pasar por pequeños núcleos de población que venden agua y refrescos. Además, en los campamentos hierven agua para las comidas.
Este primer día caminamos por el margen izquierdo del río Vilcanota, hasta que nos desviamos para subir a Willkarakay. Este pequeño sitio arqueológico es un excelente mirador sobre las ruinas de la ciudadela de Llaqtapata. La ruta prosigue remontando el valle del río Kusichaca con una magnífica vista del Nevado Verónica a nuestras espaldas. Caminamos por el margen izquierdo del río Kusichaca y, tras cruzar un puente, por el margen derecho hasta llegar a Wayllabamba, donde está el campamento del primer día.
El segundo día pasamos por el puesto de control de Wayllabamba y comenzamos la subida por el barranco del río Llullucha. Tenemos que subir al paso de Warmiwañusca, el punto más elevado de la ruta (4200 m). El sendero, con escalones de piedra en varios puntos, discurre a la sombra de un bosque de quenuales (Polylepis sp). Durante la subida hacemos paradas en Yuncachimpa y Llulluchapampa.
Tras alcanzar Abra Warmiwañusca (paso de la Mujer Muerta) nos tomamos un descanso y nuestros guías nos invitan a realizar una sencilla ofrenda de hojas de coca a la diosa de la Tierra, la Pachamama. Tras el descanso, continuamos la ruta en descenso hasta el campamento del segundo día en Paq'aymayo.
El tecer día subimos al paso de Runkurakay (3924 m.), pasando por un pequeño sitio arqueológico del mismo nombre. Tras el collado, el sendero desciende y pasamos por otros dos yacimientos arqueológicos, Sayaqmarka y Qonchamarka. Tras la visita, paramos a comer en Chaquiqocha.
Después de Chaquiqocha, el sendero discurre por un bosque exuberante, sin ganar ni perder desnivel durante un largo tramo en el que pasamos por un túnel inca. Finalmente llegamos al paso de Phuyupatamarka, que nos ofrece una primera vista del cerro Machu Picchu.
Desde el paso, bajamos al cercano sitio arqueológico de Phuyupatamarka, y tras la visita seguimos en bajada por un sendero con escalones de piedra, en ocasiones tallados directamente sobre la roca de la montaña. El sendero, con tramos empinados, pierde algo más de 500 metros de desnivel hasta los andenes (terrazas) de Intipata, sito por el que pasamos antes de llegar a Wiñaywayna, donde tenemos el campamento del tercer día.
El cuarto día nos levantamos de madrugada para despedir a nuestros porteadores. La razón es que ellos cogen el tren de regreso al km. 82 para enlazar con otro grupo. Tras el desayuno, nos acercamos al vecino puesto de control de Wiñaywayna y esperamos su apertura a las 5:30 AM.
Tras pasar el puesto de control, caminamos por el sendero que nos separa de Machu Picchu, siendo adelantados en ocasiones por senderistas de otros grupos en éxtasis de velocidad. Finalmente llegamos a Intipunku, la puerta del sol, a la que subimos por un empinado aunque corto tramo de escalones de piedra. Hemos llegado a Intipunku antes de que el sol pase por encima de las montañas e ilumine Machu Picchu. La niebla matutina se despeja a tiempo de dejarnos ver el espectáculo, que además sería más emotivo si no fuera por la masificación de gente y por los gritos de "Pachamama", casi desesperados, de un señor de Colorado.
El resto de la ruta es turismo, en este caso creo que merecido. Bajamos de Intipunku hasta Machu Picchu y nos hacemos la foto de grupo. Después salimos del recinto, puesto que la normativa así lo exige, y volvemos a entrar para realizar una visita guiada que nos conduce por los sitios emblemáticos del yacimiento. Tras la visita, tiempo libre para las fotos, que se me hace muy corto.
La salida de Machu Picchu es lo peor del regreso a la realidad. Hay un hotel y cientos de personas hacen fila para coger los autobuses de bajada. El resto de compañeros del grupo han bajado antes que yo, así que decido hacer el trayecto andando, por un sendero de zetas con escalones de piedra que me conduce a la estación de Puente Ruinas, desde donde sigo la carretera hasta Aguas Calientes. La ciudad, que vive por y para el turismo, es el fin del trayecto. Desde aquí cogemos el tren de regreso a Cusco.